domingo, 1 de enero de 2012

La princesa triste






Oh!, mi amado... ¿por que me habéis engañado?
















Estaban en lo alto del torreón, la gente había acudido de todas partes, de aquí y de allá, nobles y plebeyos, juntos solo por esta vez y deseosos de contemplar en vivo el acontecimiento tan esperado.



El príncipe


Joven, de cabellos dorados brillantes como el destello que produce el oro, ojos azules recien sacados del mar y ovalados como colas de delfín, vestido con ropas de tan elevado coste que en conjunto ningún jornalero podría pagar, aunque trabajara toda su vida, adornos rojos, piedras preciosas brillantes que levantaban admiración en las retinas de los allí presentes, y una capa azulada de finas sedas y tacto exquisito.



El Rey y la Reina


En una mesa plagada de cubertería tallada por las mejores manos del reino y con las mas abundantes viandas que imaginarse pueda, el Rey padre y la Reina madre se daban la mano y mantenían en la boca una quebrada sonrisa que no permanecía en sus bocas desde hacía varios días.



Soldados


Agrupados y disciplinados.


Dos perfectas filas de trompetas se elevaron con milimétrica precisión y sonaron con estruendo, soplando las notas que anunciaban la llegada de la Princesa.



La Princesa.
La Princesa era como un cisne cuyos gráciles pies levantaran el polvo de la alfombra carmesí, las manos de los invitados aplaudieron tan pronto como la muchacha apareció ante ellos, era tan bella y delicada, el fino y largo cabello de color caoba, la mirada explosiva y ardiente cual Supernova en últimas horas de vida, los suaves y carnosos labios, el superior apretándose contra el inferior, como se revuelcan dos enamorados en la cama de la boca, su admirable figura, perfecta, proporcionada en grado sumo como ninguno de los asistentes podrá llegar a ver en vida.


Todo ello se esfumó como cenizas en el viento, cuando ella se giró a su amado, su supuesto amado, el hombre con el que iba a comprometerse por el resto de la eternidad, amarlo en vida y en muerte, en riqueza y pobreza, en salud y enfermedad hasta que la muerte envidiosa los separase, y le dijo esa terrible frase que encabeza esta historia.



La muchedumbre

Amansada y muy agrupada, contuvo la respiración.



La sonrisa de Su Majestad el Rey desapareció del todo y la de Su Majestad la Reina cayó al suelo con silencioso estrépito.



El sol

Imperturbable esta vez se avergonzó y se escondió tímidamente tras las montañas.



Las aves

Revolotearon alegres ajenas a la importancia de lo que ahí abajo acontecía, pues no entendían ni les importaban las complicaciones de los humanos.





El viento

Empujaba rabioso con fuerza al Príncipe en lo alto del torreón, enfurecido al oir en su cuerpo las tristes palabras de la Princesa con su tenue voz.



-Yo os amaba. Os quería más que aquello que los mortales no son capaces de llegar a entender, deseaba estar con vos hora por hora, minuto a minuto, segundo a segundo y me habéis traicionado.



-Me gustaría saber ¿Qué he hecho yo para merecer tal sufrimiento?


¿Qué veis en Dulcinea que no tenga yo?


Más aún, ¿por qué no os casasteis con ella en vez de declararos ante mi?



El Silencio.


Muy útil en esta ocasión, inquebrantable, ondas de quietud y jadeos mentales, mudos, nerviosos e impacientes.



-Mis reflexiones han atravesado un camino de espinas y me han llevado a la conclusión de que os divierte traicionar, os revolcáis en el barro del engaño y os emponzoñáis en el lodazal de la mentira. Queríais que os entregara mi alma, y luego destrozarla para verme sufrir, pues lo habéis conseguido, pero mas vaís a lamentaros en cuanto veáis este cuerpo de doncella que no disfrutareís en absoluto, arrojarse al vacío.
Ella y sus celestes ropas corrieron al borde de la almena y se arrojaron por el precipicio. Cayeron.





La altura
Testigo de un vuelo



La ley de la gravedad
Inalterable





Una ilusión


El sueño de los miles de hombres allí congregados, se estrelló contra el suelo y mojó de rojo oscuro el verde del alto césped.



Su mano se abrió en un suspiro final y dejó mostrar una rosa con punzantes espinas que estaban clavadas en ella, pero que se partieron en cuando se produjo el golpe, dejaron de atravesarle la mano en el momento que su corazón dejó de latir y el suelo interrumpió tal sufrimiento.

14 comentarios:

  1. Nadie merece eperder la vida por un engaño de alguién que no merece nuestro amor.

    Demasiadas princesas sufren, tal vez por creerse princesas y no simples mujeres.

    Besos

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  2. Al final, la culpa de todo la tiene el desamor (y ese niño estúpido que ando con el arco y la flecha al que varios homenajearon hace pocos días) Menos mal que el mundo ha evolucionado y son pocos/as las que se atreven a lanzarse al abismo por otra/o. Igual, estas historias me gustan (¿Será por histérica? Jaja)
    Prefiero retomar de cero, aunque no estoy exenta del desencanto.
    Un beso Clip

    (El sol fue medio cobarde, ehh) ;)

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  3. Estoy con pluvisca, una persona así no merece que se de la vida por él. Todo lo contrario, lo que merece es una total indiferencia.

    Me gustó.
    Besos y susurros cálidos

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  4. Pluvisca una cosa es lo que tiene que ser y otra muy diferente el transcurso de la vida. Estoy de acuerdo en tu frase final.

    Besos !!

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  5. jajaja si VivianS muy observadora, el sol huyó por que ya se venía venir el desenlace.

    Un beso

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  6. Yemaya cuando se ama de veras es dificil la indiferencia, sería totalmente falsa y contraproducente, yo creo que hay que dejar fluir los sentimientos ...

    Un beso y susurro

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  7. Bufff... pues de esta vez me quedé sin palabras...
    Es una tragedia que habria podido evitarse, el suicidio es una forma muy cobarde de actuar, siempre hay otras opciones, pero se necesita valor.
    En este caso, seguro que habría más principes azules, encantados de compartir esa vida con ella, y que sabrían devolverle todo ese amor que ella profesaba a un "imbecil" . ;)

    un beso sin engaños

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  8. Amie el suicidio es una metáfora, en realidad representa un abandono, no se debe amar a quien no te corresponde.....

    Pero es solo un cuento de príncipes y princesas.

    Un beso sincero.

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  9. Princesa pendeja, pero pedazo de historia. Quedé pegado de principio a fin.

    Admito (como puede verse en mi primera frase) que la princesa me parece una pendeja. Ni que el príncipe fuera Paris Hilton... No es que sea sinónimo de realeza, sino de vileza, como el príncipe.

    Lo que más disfruté fue el uso de la lengua clásica que no antigua, gracias Clip. Ya me suscribí para seguir leyéndote :-)

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  10. 3rn3st0 lo mejor tu nick ;)
    Pues aqui en la historia son todos un poco pendejos, pero espero que te haya gustado, creo que voy a editar la parte final .... creo que no expresa lo que yo pensaba acerca de las espinas ....

    Un abrazo !

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  11. Como princesa digo: Las princesas siempre serán princesas, vivas, muertas o traicionadas, con el sol en fuga o la ley de gravedad impávida viendo como su cuerpo caía...
    (¿Esta Dulcinea no había sido antes la novia de Don Quijote?...)

    besos

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  13. Hay esas princesas, dulces ninfas del amanecer!!

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  14. No se puede vivir sin ellas y si no existen hay que inventarlas ...

    Un abrazo Luis XL

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